Publicado en el Semanario Claridad en el 2003
Durante las pasadas dos semanas nuestro país ha sufrido los efectos de una fuerte vaguada que ha dejado con su paso gran cantidad de inundaciones, deslizamientos y derrumbes. No es la primera vez que un fenómeno climatológico causa este tipo de estragos en Puerto Rico, y definitivamente, tampoco será la última vez. No existe duda de que históricamente las lluvias causadas por huracanes, tormentas, ondas tropicales y vaguadas, a su paso por nuestras tierras, han provocado el desbordamiento de ríos y quebradas, inundaciones urbanas, deslizamientos de tierras y derrumbes de estructuras. Sin embargo, cada día es más común escuchar a los afectados decir frases como "es la primera vez que esto se inunda" o "esto nunca había pasado aquí".
¿Qué está pasando que en Puerto Rico ahora se inundan zonas que históricamente no padecían de dicha situación? ¿Por qué ocurren deslizamientos y derrumbes en lugares donde han existido comunidades por muchas décadas? ¿Por qué nuestros ríos crecen con más fuerza que nunca y arrasan con las siembras de aquellos que aun utilizan sus tierras para el cultivo de alimentos? La respuesta, mis amigos, no es que las recientes lluvias fueran más fuertes que las de los pasados años. La respuesta correcta es la irresponsabilidad y la negligencia.
¿Quiénes son los irresponsables y negligentes que han causado todas estas inundaciones, deslizamientos y derrumbes? Muchos culpan a las propias víctimas, alegando que ellos mismos han ubicado sus residencias en zonas inundables o en tierras susceptibles a deslizamientos. No hay duda de que eso es cierto en algunos casos, donde ante el problema de falta de vivienda y la falta de conocimientos geológicos, personas invaden terrenos no aptos para el desarrollo de viviendas y construyen allí sus comunidades. Esta situación genera un grave problema, que definitivamente el gobierno tiene que atender y solucionar. Pero, ¿es esa la situación que realmente ha generado tanto desastre en los últimos años? No. Entonces, ¿quiénes son los irresponsables y negligentes?
La lista de los culpables es larga. Comienza con los desarrolladores, constructores y bancos. Continúa con las agencias reglamentadoras como ARPE, Junta de Planificación y Recursos Naturales. Le siguen las autoridades proveedoras de infraestructura como Carreteras y Transportación, Energía Eléctrica y Acueductos y Alcantarillados. Finalmente, la culpa pesa sobre aquellos que tienen la palabra final, como los alcaldes o alcaldesas y gobernadores o gobernadoras de Puerto Rico.
El esquema de "desarrollo" del país, que por décadas ha sentado sus bases en el desparramamiento urbano, a colisionado de frente con su más fuerte contrincante: la Madre Naturaleza. Todos los culpables antes mencionados han intentado hacernos creer, por muchos años, que todos los puertorriqueños podemos tener una vivienda unifamiliar con fácil acceso a todos los servicios de infraestructura, sin importar su localización. Los desarrolladores eliminan bosques, tumban montañas, modifican y canalizan los cuerpos de agua, entre muchas otras cosas, para construir nuestras casitas. Las agencias reglamentadoras proveen los mecanismos para la aprobación de cualquier proyecto y se hacen las ciegas ante los posibles impactos de éstos. Las autoridades infraestructurales proveen en bandeja de plata todo lo necesario para que los desarrolladores puedan dotar sus proyectos de accesibilidad y todas las facilidades que una vivienda contemporánea necesita. Los gobernantes, en fin, ceden sus conciencias y valores ante los intereses económicos y los fondos que necesitan para financiar sus campañas electorales.
La construcción de casas y más casas aumentan la sedimentación de los suelos y elimina los árboles de las cuencas de los ríos. El efecto multiplicador al final del camino es más inundaciones, deslizamientos y derrumbes. La Madre Naturaleza finalmente decide retomar su lugar. Los ríos y quebradas regresan a su lugar de origen y toman por asalto otras zonas a su paso, donde la gran loza no permite que el agua permee al subsuelo. Las montañas que sobrevivieron a los "bulldozers" ahora se vienen abajo sobre las viviendas, como queriendo vengar la muerte de sus hermanas. Los sumideros se tragan lo que han puesto sobre ellos. Las carreteras que dan acceso a las nuevas viviendas son sus mayores víctimas.
Hemos comenzado una guerra en la cual no tenemos probabilidades de vencer. La lección a aprender está clara, ya es hora de cambiar la no-planificación y el desparramamiento urbano por la planificación integral y el desarrollo sustentable.
Espacio de expresión pública de Carlos Omar Virella García. Abogado Licenciado en Derecho, Graduado de Juris Doctor de la Universidad de Puerto Rico. Planificador Profesional Licenciado. Posee una Maestría en Planificación Urbana de la Universidad de Puerto Rico y un Bachillerato en Diseño Ambiental (Arquitectura) de la Universidad de Puerto Rico.
jueves, 19 de agosto de 2010
martes, 17 de agosto de 2010
“Recuperemos nuestros espacios públicos”*
*Este artículo fue publicado en el periódico El Vocero de Puerto Rico en el 2007.
Durante los pasados días un grupo de ciudadanos puertorriqueños, hartos de no ser escuchados en los llamados “foros pertinentes”, decidió tomar la justicia en sus manos y procedieron a remover un portón que limitaba el acceso a la playa de la Comunidad de Ocean Park en San Juan. El suceso provocó un encontronazo (que amenazó con convertirse en motín) entre los manifestantes y miembros de la Policía de Puerto Rico (que fueron movilizados hasta allí para proteger el portón ilegal).
El acto de este grupo de ciudadanos ha sido condenado por muchos sectores y catalogado como un acto de violencia. Sin embargo, la acción de estos ciudadanos no debe ser catalogada como un acto violento, sino como un digno rescate del acceso a un espacio público el cual todos tenemos derecho a usar y disfrutar. De hecho, allí no hubiese habido violencia de no ser por la insistencia de la Policía de Puerto Rico en defender la permanencia del portón ilegal. En efecto, las playas son espacios públicos que todos los ciudadanos deben poder utilizar y disfrutar sin limitación de acceso u horario. El caso de Ocean Park es uno de muchos en nuestro país dónde algún grupo de personas pretende apropiarse de una playa y controlar el acceso a ella. Ahí tenemos los grandes hoteles que pretenden tener sus playas privadas y los millonarios complejos residenciales costeros con sus accesos controlados. ¿Qué tal el caso de Palmas del Mar? ¿Qué me dicen de los “resorts” como el Hotel Paradisus o el West In Río Mar? ¿Podemos todos acceder libremente a las playas de dichos complejos? No lo creo.
Por otra parte, podemos observar que la privatización del espacio público no es un fenómeno exclusivo de nuestras playas. ¿Qué me dicen del espacio público peatonal en nuestra ciudad? Desde hace mucho tiempo las aceras de nuestras avenidas principales han sido invadidas por muchos comerciantes y convertidas en “estacionamiento exclusivo para los clientes” de sus establecimientos. Al igual que en el asunto de las playas, la Junta de Planificación (JP) y la Administración de Reglamentos y Permisos (ARPE) han estado por años legitimizando la invasión de nuestros espacios públicos peatonales al otorgar permisos de construcción y de uso a todos estos establecimientos.
De manera absurda el espacio público de la acera es convertido en estacionamiento por los comerciantes y es aceptado en el proceso de permisología como el área de estacionamiento que dicho comercio necesita para poder operar. El peatón, que es quién realmente tiene el derecho al uso y disfrute de dicho espacio, es desplazado y obligado a arriesgar su vida caminando por la carretera. ¿Le parece familiar esta escena? Claro, pues se observa con frecuencia en muchas de nuestras avenidas como la Roosevelt, la Piñero, la Doménech y la De Diego, entre muchas otras. Los mencionados estacionamientos en las aceras no solamente violan el derecho de todo peatón a caminar por ellas, sino que obstruye la accesibilidad de las personas con impedimentos protegida por la Ley ADA.
Es nuestro deber como ciudadanos reclamar estos espacios para el uso de todos. Las soluciones a nivel de diseño existen, todo es cuestión de voluntad. Si deseamos encaminarnos a tener una ciudad más habitable hay que comenzar por rescatar el espacio peatonal y por proveer más y mejores espacios para tal propósito. Las aceras deben ser accesibles y agradables a todos los peatones como primer paso hacia una cultura que fomente la calidad de vida en la ciudad y el uso del transporte colectivo. Al igual que nuestras playas, nuestras aceras no pueden convertirse en propiedad de unos pocos. Ya es hora de remover a los automóviles del espacio provisto para el peatón, así como las barreras arquitectónicas, como postes y rótulos, que en su mayoría han sido instaladas por el propio Estado. A fin de cuentas es derecho de todo ciudadano el uso y disfrute de nuestros espacios públicos. ¡Vamos a exigirlo!
Durante los pasados días un grupo de ciudadanos puertorriqueños, hartos de no ser escuchados en los llamados “foros pertinentes”, decidió tomar la justicia en sus manos y procedieron a remover un portón que limitaba el acceso a la playa de la Comunidad de Ocean Park en San Juan. El suceso provocó un encontronazo (que amenazó con convertirse en motín) entre los manifestantes y miembros de la Policía de Puerto Rico (que fueron movilizados hasta allí para proteger el portón ilegal).
El acto de este grupo de ciudadanos ha sido condenado por muchos sectores y catalogado como un acto de violencia. Sin embargo, la acción de estos ciudadanos no debe ser catalogada como un acto violento, sino como un digno rescate del acceso a un espacio público el cual todos tenemos derecho a usar y disfrutar. De hecho, allí no hubiese habido violencia de no ser por la insistencia de la Policía de Puerto Rico en defender la permanencia del portón ilegal. En efecto, las playas son espacios públicos que todos los ciudadanos deben poder utilizar y disfrutar sin limitación de acceso u horario. El caso de Ocean Park es uno de muchos en nuestro país dónde algún grupo de personas pretende apropiarse de una playa y controlar el acceso a ella. Ahí tenemos los grandes hoteles que pretenden tener sus playas privadas y los millonarios complejos residenciales costeros con sus accesos controlados. ¿Qué tal el caso de Palmas del Mar? ¿Qué me dicen de los “resorts” como el Hotel Paradisus o el West In Río Mar? ¿Podemos todos acceder libremente a las playas de dichos complejos? No lo creo.
Por otra parte, podemos observar que la privatización del espacio público no es un fenómeno exclusivo de nuestras playas. ¿Qué me dicen del espacio público peatonal en nuestra ciudad? Desde hace mucho tiempo las aceras de nuestras avenidas principales han sido invadidas por muchos comerciantes y convertidas en “estacionamiento exclusivo para los clientes” de sus establecimientos. Al igual que en el asunto de las playas, la Junta de Planificación (JP) y la Administración de Reglamentos y Permisos (ARPE) han estado por años legitimizando la invasión de nuestros espacios públicos peatonales al otorgar permisos de construcción y de uso a todos estos establecimientos.
De manera absurda el espacio público de la acera es convertido en estacionamiento por los comerciantes y es aceptado en el proceso de permisología como el área de estacionamiento que dicho comercio necesita para poder operar. El peatón, que es quién realmente tiene el derecho al uso y disfrute de dicho espacio, es desplazado y obligado a arriesgar su vida caminando por la carretera. ¿Le parece familiar esta escena? Claro, pues se observa con frecuencia en muchas de nuestras avenidas como la Roosevelt, la Piñero, la Doménech y la De Diego, entre muchas otras. Los mencionados estacionamientos en las aceras no solamente violan el derecho de todo peatón a caminar por ellas, sino que obstruye la accesibilidad de las personas con impedimentos protegida por la Ley ADA.
Es nuestro deber como ciudadanos reclamar estos espacios para el uso de todos. Las soluciones a nivel de diseño existen, todo es cuestión de voluntad. Si deseamos encaminarnos a tener una ciudad más habitable hay que comenzar por rescatar el espacio peatonal y por proveer más y mejores espacios para tal propósito. Las aceras deben ser accesibles y agradables a todos los peatones como primer paso hacia una cultura que fomente la calidad de vida en la ciudad y el uso del transporte colectivo. Al igual que nuestras playas, nuestras aceras no pueden convertirse en propiedad de unos pocos. Ya es hora de remover a los automóviles del espacio provisto para el peatón, así como las barreras arquitectónicas, como postes y rótulos, que en su mayoría han sido instaladas por el propio Estado. A fin de cuentas es derecho de todo ciudadano el uso y disfrute de nuestros espacios públicos. ¡Vamos a exigirlo!
"Yo tengo ya la casita"*
*Artículo Publicado en el Seminario Claridad hace varios años.
Hace varios días quedé atónito al ver las imágenes de un comercial de televisión de un prominente banco hipotecario. El comercial presenta a nuestra querida cantante puertorriqueña Ednita Nazario entonando las notas del tema Yo tengo ya la casita enmarcada en un hermoso paisaje campestre con un verdor deslumbrante. De inmediato pensé en lo difícil que debió ser para la compañía de publicidad que grabó el comercial encontrar semejante escenario en nuestro país, si es que fue hecho en Puerto Rico. La verdad es que dichos paisajes ya están en peligro de extinción, gracias al desparramamiento urbano auspiciado por la industria de la construcción, la banca y el gobierno.
Es totalmente obvio que la intención del mencionado comercial es continuar inculcando en los puertorriqueños el sueño de que todos tengamos nuestra "casita" de tipo unifamiliar con patio o terreno. Parece increíble que los bancos lleven este mensaje a los puertorriqueños, cuando dicho sueño solo podría lograrse con la destrucción de nuestro medioambiente y la desaparición de los hermosos paisajes que presentan en sus comerciales. En adición a esto, los comerciales pretenden llevar el mensaje de que con su "casita" las familias alcanzarán unos altos niveles de calidad de vida. La verdad es que no existe calidad de vida si las urbanizaciones se desarrollan cada vez más lejos de la ciudad, provocando así que sus residentes pierdan varias horas diarias atascados en congestiones de tránsito. La tan venerada "casita" se convierte para la familia en un simple dormitorio nocturno. Durante el resto del día la familia deberá desplazarse (usualmente en más de un vehículo) hacia sus trabajos en la ciudad, la escuela o cuido de los niños y los centros comerciales (obviamente no hay comercios en la urbanización), lentamente dentro de una congestión vehicular creciente por el desarrollo de más "casitas".
Lamentablemente la oferta del mercado no toma en consideración a aquellos que no deseamos vivir ese desastre. Casi no se desarrolla en la ciudad, y cuando se hace, los precios son inalcanzables. Son esos mismos bancos los que no apoyan proyectos de restauración de edificaciones urbanas, la construcción de segundas plantas o el uso mixto de estructuras. Casi nos obligan a considerar vivir un sueño que no hemos soñado y nos quieren hacer cómplices de la destrucción de nuestro ambiente. De cualquier forma, quién no se rinde ante nuestra querida Ednita Nazario cantando junto a semejante paisaje "yo tengo ya la casita, que tanto te prometí…"
Hace varios días quedé atónito al ver las imágenes de un comercial de televisión de un prominente banco hipotecario. El comercial presenta a nuestra querida cantante puertorriqueña Ednita Nazario entonando las notas del tema Yo tengo ya la casita enmarcada en un hermoso paisaje campestre con un verdor deslumbrante. De inmediato pensé en lo difícil que debió ser para la compañía de publicidad que grabó el comercial encontrar semejante escenario en nuestro país, si es que fue hecho en Puerto Rico. La verdad es que dichos paisajes ya están en peligro de extinción, gracias al desparramamiento urbano auspiciado por la industria de la construcción, la banca y el gobierno.
Es totalmente obvio que la intención del mencionado comercial es continuar inculcando en los puertorriqueños el sueño de que todos tengamos nuestra "casita" de tipo unifamiliar con patio o terreno. Parece increíble que los bancos lleven este mensaje a los puertorriqueños, cuando dicho sueño solo podría lograrse con la destrucción de nuestro medioambiente y la desaparición de los hermosos paisajes que presentan en sus comerciales. En adición a esto, los comerciales pretenden llevar el mensaje de que con su "casita" las familias alcanzarán unos altos niveles de calidad de vida. La verdad es que no existe calidad de vida si las urbanizaciones se desarrollan cada vez más lejos de la ciudad, provocando así que sus residentes pierdan varias horas diarias atascados en congestiones de tránsito. La tan venerada "casita" se convierte para la familia en un simple dormitorio nocturno. Durante el resto del día la familia deberá desplazarse (usualmente en más de un vehículo) hacia sus trabajos en la ciudad, la escuela o cuido de los niños y los centros comerciales (obviamente no hay comercios en la urbanización), lentamente dentro de una congestión vehicular creciente por el desarrollo de más "casitas".
Lamentablemente la oferta del mercado no toma en consideración a aquellos que no deseamos vivir ese desastre. Casi no se desarrolla en la ciudad, y cuando se hace, los precios son inalcanzables. Son esos mismos bancos los que no apoyan proyectos de restauración de edificaciones urbanas, la construcción de segundas plantas o el uso mixto de estructuras. Casi nos obligan a considerar vivir un sueño que no hemos soñado y nos quieren hacer cómplices de la destrucción de nuestro ambiente. De cualquier forma, quién no se rinde ante nuestra querida Ednita Nazario cantando junto a semejante paisaje "yo tengo ya la casita, que tanto te prometí…"
viernes, 6 de agosto de 2010
Los automóviles híbridos y el medioambiente*
Este artículo lo escribí en el 2006 y fue publicado en el seminario Claridad.
Hace aproximadamente dos años y medio la compañía automotriz Toyota introdujo al mercado de Puerto Rico su automóvil híbrido Prius, acompañado de una intensa campaña publicitaria. La llegada de este tipo de vehículo a nuestro mercado intenta encontrar un nicho entre las personas que buscan economía en el consumo de gasolina (ya que éstos ofrecen mayor rendimiento) y entre las personas sensibles hacia el medio ambiente. En un principio la publicidad del vehículo se basaba mayormente en el ahorro de gasolina. Todos recordamos muy bien aquel comercial de televisión de la aguja persiguiendo a la letra E (de "Empty") mientras se escucha la canción "Como te extraño".
Una campaña, sin dudas, muy ingeniosa. Sin embargo, durante los últimos meses, la publicidad del vehículo ha dado un giro hacia la glorificación del mismo como salvador de nuestro medioambiente.
Observamos ahora en la televisión un comercial donde se muestran muchos semáforos (todos en verde) en lugares como bosques y glaciares. Luego se lee en pantalla la pregunta: "Si se abriera un camino para mejorar el ambiente, ¿lo tomarías?" Seguida del símbolo del sistema de automóviles híbridos de Toyota. Además de dicho comercial, he observado en las paradas de autobuses un cartel donde se ilustran varias aves sobre el símbolo de estos automóviles híbridos seguido de la aseveración: "La contaminación está en peligro de extinción".
Esta nueva campaña publicitaria de Toyota es una hipocresía, un engaño y un intento de mercadear su automóvil dentro del sector ambientalista de nuestra sociedad. La realidad es que ningún automóvil, no importa cuán eficiente sea en el uso del combustible, representa una solución a nuestros mayores problemas ambientales y urbanos: el desparramamiento urbano, la dependencia en el automóvil privado como medio de transportación y la congestión vehicular.
Si bien es cierto que los automóviles híbridos producen menos emisiones por una distancia determinada de recorrido que los automóviles comunes, lo que representa algo positivo para el ambiente, no es menos cierto que los mismos invitan a sus dueños a recorrer más distancia. Me explico: una persona que reside a unas 10 millas de distancia de su trabajo y tiene un automóvil privado común, tiene que llenar el tanque de gasolina de su auto dos veces a la semana para viajar a su trabajo (a un costo de $60 al precio actual de la gasolina). La misma persona adquiere un automóvil híbrido y ahora solamente llena su tanque de gasolina una vez a la semana para viajar a su trabajo (a un costo de $30 al precio actual de la gasolina).
Sin embargo, a pesar del ahorro, la persona puede interpretar que ahora con su automóvil híbrido puede recorrer el doble de la distancia que recorría antes por la misma cantidad de dinero. Por lo tanto, esta persona decide mudarse a una urbanización ubicada a unas 20 millas de distancia de su trabajo.
Este ejemplo nos ilustra como la llegada del automóvil híbrido puede continuar fomentando el traslado y el desparramamiento urbano en nuestro país. En cuanto a las emisiones, a esta persona duplicar la distancia recorrida con su nuevo automóvil híbrido continuará produciendo la misma cantidad de emisiones al aire que producía antes en su automóvil común. Por otra parte, no debemos olvidar que el automóvil híbrido sigue siendo eso, un automóvil, y que las emisiones no son el único problema ambiental y urbano que producen los automóviles. Nuestra dependencia en el automóvil también produce el problema del espacio. Cada automóvil en la ciudad requiere gran cantidad de espacio, tanto para su traslado como para su estacionamiento. Por lo tanto, cada uno de los más de 10,000 automóviles que mensualmente se venden en Puerto Rico requiere de la provisión de mayor capacidad dentro de las carreteras existentes y la construcción de nuevas carreteras, a expensas de la eliminación de bosques y áreas verdes. Los nuevos automóviles también ejercen presión para la provisión de más espacios de estacionamientos en la ciudad, a expensas de la demolición de edificios y del uso indebido de las aceras como estacionamientos.
El resultado final sigue siendo más desparrame urbano, más eliminación de bosques, más congestión vehicular, más espacio perdido en estacionamiento y más obstrucción a los peatones en las aceras. Sin embargo, irónicamente, Toyota publica anuncios de su nuevo automóvil en paradas del sistema de transporte colectivo, siendo el desarrollo de sistemas de transporte colectivo eficientes uno de los elementos que realmente abona al desarrollo de ciudades habitables, con mejor movilidad y más amigables a nuestro medio ambiente.
Hace aproximadamente dos años y medio la compañía automotriz Toyota introdujo al mercado de Puerto Rico su automóvil híbrido Prius, acompañado de una intensa campaña publicitaria. La llegada de este tipo de vehículo a nuestro mercado intenta encontrar un nicho entre las personas que buscan economía en el consumo de gasolina (ya que éstos ofrecen mayor rendimiento) y entre las personas sensibles hacia el medio ambiente. En un principio la publicidad del vehículo se basaba mayormente en el ahorro de gasolina. Todos recordamos muy bien aquel comercial de televisión de la aguja persiguiendo a la letra E (de "Empty") mientras se escucha la canción "Como te extraño".
Una campaña, sin dudas, muy ingeniosa. Sin embargo, durante los últimos meses, la publicidad del vehículo ha dado un giro hacia la glorificación del mismo como salvador de nuestro medioambiente.
Observamos ahora en la televisión un comercial donde se muestran muchos semáforos (todos en verde) en lugares como bosques y glaciares. Luego se lee en pantalla la pregunta: "Si se abriera un camino para mejorar el ambiente, ¿lo tomarías?" Seguida del símbolo del sistema de automóviles híbridos de Toyota. Además de dicho comercial, he observado en las paradas de autobuses un cartel donde se ilustran varias aves sobre el símbolo de estos automóviles híbridos seguido de la aseveración: "La contaminación está en peligro de extinción".
Esta nueva campaña publicitaria de Toyota es una hipocresía, un engaño y un intento de mercadear su automóvil dentro del sector ambientalista de nuestra sociedad. La realidad es que ningún automóvil, no importa cuán eficiente sea en el uso del combustible, representa una solución a nuestros mayores problemas ambientales y urbanos: el desparramamiento urbano, la dependencia en el automóvil privado como medio de transportación y la congestión vehicular.
Si bien es cierto que los automóviles híbridos producen menos emisiones por una distancia determinada de recorrido que los automóviles comunes, lo que representa algo positivo para el ambiente, no es menos cierto que los mismos invitan a sus dueños a recorrer más distancia. Me explico: una persona que reside a unas 10 millas de distancia de su trabajo y tiene un automóvil privado común, tiene que llenar el tanque de gasolina de su auto dos veces a la semana para viajar a su trabajo (a un costo de $60 al precio actual de la gasolina). La misma persona adquiere un automóvil híbrido y ahora solamente llena su tanque de gasolina una vez a la semana para viajar a su trabajo (a un costo de $30 al precio actual de la gasolina).
Sin embargo, a pesar del ahorro, la persona puede interpretar que ahora con su automóvil híbrido puede recorrer el doble de la distancia que recorría antes por la misma cantidad de dinero. Por lo tanto, esta persona decide mudarse a una urbanización ubicada a unas 20 millas de distancia de su trabajo.
Este ejemplo nos ilustra como la llegada del automóvil híbrido puede continuar fomentando el traslado y el desparramamiento urbano en nuestro país. En cuanto a las emisiones, a esta persona duplicar la distancia recorrida con su nuevo automóvil híbrido continuará produciendo la misma cantidad de emisiones al aire que producía antes en su automóvil común. Por otra parte, no debemos olvidar que el automóvil híbrido sigue siendo eso, un automóvil, y que las emisiones no son el único problema ambiental y urbano que producen los automóviles. Nuestra dependencia en el automóvil también produce el problema del espacio. Cada automóvil en la ciudad requiere gran cantidad de espacio, tanto para su traslado como para su estacionamiento. Por lo tanto, cada uno de los más de 10,000 automóviles que mensualmente se venden en Puerto Rico requiere de la provisión de mayor capacidad dentro de las carreteras existentes y la construcción de nuevas carreteras, a expensas de la eliminación de bosques y áreas verdes. Los nuevos automóviles también ejercen presión para la provisión de más espacios de estacionamientos en la ciudad, a expensas de la demolición de edificios y del uso indebido de las aceras como estacionamientos.
El resultado final sigue siendo más desparrame urbano, más eliminación de bosques, más congestión vehicular, más espacio perdido en estacionamiento y más obstrucción a los peatones en las aceras. Sin embargo, irónicamente, Toyota publica anuncios de su nuevo automóvil en paradas del sistema de transporte colectivo, siendo el desarrollo de sistemas de transporte colectivo eficientes uno de los elementos que realmente abona al desarrollo de ciudades habitables, con mejor movilidad y más amigables a nuestro medio ambiente.
jueves, 5 de agosto de 2010
La cultura del automóvil
Nuestra realidad, la cultura del automóvil, del coche, del carro, del auto show. Los jóvenes crecen con la ambición de cumplir los 16 años y “sacar” su licencia de conducir, pedirle el carro prestado a papi y comenzar a insistir en que le compren el suyo propio. ¡Símbolo de estatus, símbolo de éxito, de grandeza, el carro es el premio mayor de joven boricua! El jangueo, la jeva, todo depende del carro… ¡Sin el carro no hay jangueo, no hay jevas! Por eso, algunos padres (los que pueden) le regalan a sus hij@s, de graduación de Escuela Superior, lo más deseado por ellos, su propio carro. Los menos “dichosos” tendrán que trabajar en algún supermercado, restaurante o tienda por departamentos, para ganar el dinero suficiente para “sacar” un carrito de un “dealer” y así conseguir el estatus social deseado. ¡A la universidad no van si no es en su carro! Basta con darle un vistazo al cualquier recinto de la Universidad de Puerto Rico o cualquier otro kiosco privado de eso que hay por ahí. Las áreas verdes están desapareciendo a meced de los lotes de estacionamiento y los estacionamientos multipisos. Algunos madrugan con tal de encontrar un buen “parking” y luego duermen dentro de su carro. No hay acera ni área verde que se salve, cualquier espacio disponible es bueno para estacionar el carro ¡Total ya nadie camina por ahí! ¡Qué diablos!
Sin embargo, son estos mismos jóvenes, los que en algún viaje de placer o estudios, se transforman ante la fascinación de una ciudad como New York o Barcelona. ¡De momento no hace falta el carro! El “jangeo” y la diversión es posible si él. Para eso tienen el “Subway” o el Metro. Para eso están las acereras, para caminar. Para eso están los parques y plazas, las áreas verdes. Obviamente se está ante otra realidad. Ante ciudades planificadas, ciudades con un verdadero sentido del urbanismo. Pero es interesante como nosotros mismos nos transformamos en ellas, y tenemos la capacidad de ser otros, de comportarnos distinto. Si al menos tuviéramos la capacidad de hacer un esfuerzo porque esa transformación gloriosa se traslade a nuestro país con nosotros. Entonces podríamos intentarlo, podríamos caminar, podríamos vivir cerca del centro de estudio o trabajo, podríamos disfrutar de nuestros espacios públicos, podríamos utilizar nuestros sistemas de transporte colectivo, podríamos montar una bicicleta, podríamos comenzar por algo, al menos…
Sin embargo, son estos mismos jóvenes, los que en algún viaje de placer o estudios, se transforman ante la fascinación de una ciudad como New York o Barcelona. ¡De momento no hace falta el carro! El “jangeo” y la diversión es posible si él. Para eso tienen el “Subway” o el Metro. Para eso están las acereras, para caminar. Para eso están los parques y plazas, las áreas verdes. Obviamente se está ante otra realidad. Ante ciudades planificadas, ciudades con un verdadero sentido del urbanismo. Pero es interesante como nosotros mismos nos transformamos en ellas, y tenemos la capacidad de ser otros, de comportarnos distinto. Si al menos tuviéramos la capacidad de hacer un esfuerzo porque esa transformación gloriosa se traslade a nuestro país con nosotros. Entonces podríamos intentarlo, podríamos caminar, podríamos vivir cerca del centro de estudio o trabajo, podríamos disfrutar de nuestros espacios públicos, podríamos utilizar nuestros sistemas de transporte colectivo, podríamos montar una bicicleta, podríamos comenzar por algo, al menos…
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